26.11.05

¡Es Posible!

Extractos de “Santificación del Día del Trabajo”, M. Anette Nailis

¡Es posible! ¿Qué es posible? El hacerse santo. Siempre fue posible: también hoy lo será.
¿Es acaso cosa de nuestros tiempos el ser santo? Los santos como los suelen pintar los libros antiguos, con el rostro severo, el aspecto descolorido, los ojos hundidos, con un látigo formidable en la mano huesuda y en otra la calavera, nada dicen a los hombres modernos. Pero los santos no fueron como los describen esos libros. Cierto es que practicaron austera penitencia y mortificación, que a veces las extremaron mucho, lo cual era propio de su tiempo; pero en todos los siglos lo esencial en todos lo santos fue el amor. El desprecio del mundo, las vigilias y flagelaciones, no fueron más que medios de aumentar el amor. En nuestros días las biografías destacan e iluminan otros rasgos muy diferentes. El tiempo actual tiene el ideal del santo alegre, abierto a Dios y a la vez a los hombres, perfecto en su vida natural y sobrenatural.

Pero uno se podría preguntar si los santos lo fueron desde la cuna, si las maravillas y los éxtasis en su vida no fueron cosas diarias. No fue así, los santos fueron hombres que estuvieron sujetos a las consecuencias del pecado original. En lo esencial tuvieron que vencer las mismas dificultades que nosotros, y dispusieron de los mismos medios que tenemos nosotros.
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Para ser santo, no tienes por qué abandonar a tu familia y todo lo tuyo, a no ser que Dios te llame expresamente; puedes mantener tus relaciones, quedarte en tu condición de padre, madre, estudiante, obrero, artesano, jornalero, o de empleado o de lo que seas; no debes hacer nada nuevo, nada extraordinario. Sólo lo ordinario, lo que cada día te ocupa, a lo que estás obligado por tu profesión; pero esto lo debes hacer extraordinariamente bien, con gran amor y en estrecha unión con Dios. Así ciertamente te harás un santo. Es esta santidad la que se llama Santidad de Todos los días. Un Santo de Todos los días da forma santa al día de trabajo, vive como un santo durante la semana y a todos sus quehaceres los marca con el sello de la santidad. Sus alegrías y sus penas, su trabajo y su descanso, su orar, hablar y andar: todo lo hace por amor, extraordinariamente bien, es decir, como lo hace un santo.
¿No será esto posible?
Sí, ¡es posible!
Tiene que ser posible… también para ti y para mí.
Pero ¿quieres saber cómo alcanzar fácil y rápidamente esta meta? Te contesto: Vive según el lema:
¡Hoy mismo quiero ser heroico!
¡no mañana quiero ser santo, sino hoy mismo! ¡En el día de hoy quiero ser heroico!
Vivamos solamente para 24 horas. ¡De misa en misa! ¡De sacrificio en sacrificio! Sólo hoy tiene que ser posible; sólo para el día de hoy deben alcanzar las fuerzas, la paciencia y el amor. Lo que acontecerá mañana, no lo sé aún. Todo lo que necesito para mañana, me lo ganaré en la Santa Misa. Por un solo día esto será aún posible.
¿Y cómo ser heroico en el día de trabajo? Veremos algunas formas

Consagración de la Mañana
El hacerse santo no depende tanto del hablar y saber, sino del practicar la vida heroica en el día presente; pero cada día empieza por la mañana al despertarse. El arte del Santo de Todos los Días es pasar esos primeros momentos del día extraordinariamente bien, como los pasa un santo. Este no busca ocasiones especiales sino aprovecha las pequeñísimas funciones del día de trabajo para manifestar su seria aspiración, cuya alma es el amor de Dios.
Si ha de ser consagrado todo el día, tiene que empezar por la consagración de la mañana, que se inicia al despertarse: Es importante que determines la noche anterior la hora de levantarte. Esto pone orden en tu horario, y facilita a muchas personas que suelen pegarse a las sábanas el levantarse puntualmente.
Al despertarse el Santo de Todos los Días, hace la señal de la santa cruz. Agrega una corta fórmula de recta intención. No es necesario que sea siempre una oración larga, basta una jaculatoria como: “Todo por la mayor gloria de Dios”. “¡Salvador mío! Hoy quiero hacerlo todo por Ti”. Muchos devotos de la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt repiten la oración de Ofrecimiento “Cuanto llevo conmigo…” Para que no falte junto al saludo de la mañana, de la señal de la santa cruz y de la recta intención, lo tercero: el pensamiento del fin de tu vida. No hablo ahora del fin propio de todo cristiano, sino de la misión especial que recibiste tú mismo; ésta la recibiste tú solo, ningún otro, Muchos hombres llaman a esta misión especial: El ideal personal. Esa imagen que tuvo Dios en su mente al al crearte: te vio tal como quisiera que fueras. Al despertar di sencillamente a tu Dios o, si te sientes impulsado, a la amada Madre de Dios, lo que quisieras llegar a ser. Cuanto más infantil sea la fórmula, tanto mejor; porque la conversación es sólo entre tú y El. Un deseo permanente y profundo por un ideal nos acerca poco a poco a él. Esto lo prueba la experiencia. Aún no está terminada la consagración de la mañana. Falta algo de mucha importancia: la consagración a María, nuestra Madre celestial, rezando con todo el corazón la Pequeña Consagración.
Ha terminado la consagración de la mañana. Los primeros minutos del día están sumergidos en Dios, están consagrados y a la vez santificados todo el día, siendo agradable a Dios.

Audiencia Particular

Para el Santo de Todos los Días la meditación es estar solo con Dios; tener audiencia particular o expansión con Dios. Primeramente mira a Dios y se deja mirar por El; pero para él este Dios no es un Dios alejado de él, sino un ser afectuoso que se encuentra muy próximo a él. El no habla a un espacio vacío, habla como un niño con su padre bondadoso, como un caballero a su gran rey, como una esposa a su amado clavado en la cruz u oculto en el altar. Habla como amigo al amigo, como yo personal al gran Tú divino. Cuanto más sencilla sea esta conversación, tanto mejor. El objeto de la conversación no necesariamente es un tema profundo sacado de un libro de meditación. Puede ser todo lo que le trajo el día pasado con su trabajo y pena, sorpresas y acontecimientos, todo esto lo repasa a la luz de Dios, es un repaso amoroso de lo pasado. También se puede anticipar con el corazón el día que ha de venir. Lo difícil puede ser anticipado en Dios y aceptado de antemano. Este cuarto o media hora de meditación por la mañana es muy valiosa para el cuerpo, pero sobretodo para el alma que busca a Dios. Muchos hombres trabajan sin darse descanso ni tregua; pero se engañan a sí mismos y quieren engañar a Dios. No fue creada nuestra alma para trabajar sino para amar. Todo trabajo, incluso el apostólico, es infecundo, a la larga, sino se efectúa en unión de amor con Dios.

En las gradas del altar

El Santo de Todos los Días sabe que no puede mantenerse firme por su propia virtud. Por eso su vida y su amor giran siempre alrededor del altar. Para él la Santa Misa es el centro, el punto de salida y concentración de toda la tarea diaria. Es una persona sencilla y sin embargo aspira a lo más profundo. Por eso oye y vive la Santa Misa de una manera sencilla. ¿Y cómo se puede interpretar lo más profundo de la Santa Misa? Recordemos que la Santa Misa es la renovación incruenta del sacrificio de la cruz. El Salvador en ésta hace la ofrenda de sí mismo que gira alrededor del Padre y de su voluntad paternal, entregando su ternura y ofrenda filialmente perfectas. Por eso la Santa Misa es la culminación de todo lo obrado por Cristo en la tierra. Sabemos que el Hombre Dios durante los 33 años de su vida no conoció nada mayor que complacer al Padre. “¡Heme aquí que vengo para cumplir ¡Oh Dios! ¡tu voluntad!” Esta es la oración de la mañana de toda su vida, y la noche antes de su amarga pasión la termina con el testimonio: “Padre mío, yo te he glorificado en la tierra; tengo acabada la obra cuya ejecución me encomendaste” .
Cada mañana en la Santa Misa baja el Salvador de nuevo para alabar al Padre; para suplicarle y reparar nuestros pecados y para entregarnos al Padre. Tú celebrarás la Santa Misa de la mejor manera con el sacerdote si estás animado de los mismos sentimientos que el Salvador. Tienes que postrarte ante el gran Dios como el Salvador, y en El, como niño sin voluntad propia, y abandonarte sin reserva alguna a la voluntad del Creador omnipotente y del Padre amoroso. Aunque te pida lo más amado. El Padre es todo, el hijo es nada.
En el Ofertorio debemos ponernos en la patena ofreciéndonos al Padre Celestial en todo lo que somos y con cuanto tenemos, con nuestros mismos deseos, con nuestras debilidades y pecados que hemos ya confesado sinceramente en el momento del Perdón. En la Santa Consagración llega el primogénito Hijo de Dios y se pone a sí mismo en nuestro lugar sobre el altar del sacrificio. El Padre no puede menos que mirarle con complacencia infinita. El suple lo que falta en fuerza y en ternura a nuestra disposición al sacrificio y a nuestro espíritu de entrega. Débiles como somos, volvemos a quebrantar todos los buenos propósitos y resoluciones, si no nos fortalecen las virtudes divinas. Esto lo sabe el Padre del Cielo; por eso nos da en la tercera parte principal de la Santa Misa, en la Sagrada Comunión la unión sacramental con el Hijo. Para el Santo de todos los días esto es natural ¡Ninguna Santa Misa sin Sagrada Comunión! Luego de la bendición del sacerdote, el Santo de la Vida Diaria, vuelve de nuevo a la arena de la vida diaria. ¿Qué puede inquietarle? El Cardenal Faulhaber observaba: “Los primeros apóstoles salieron del Cenáculo, los modernos salen del comulgatorio…”

Trabajo Santificado

¿Qué piensa del trabajo el Santo de la Vida Diaria? Para hacerte santo no necesitas dejar tu trabajo ni el mundo, a menos que Dios te Llame, e incluso los llamados a la vida religiosa no se despiden del trabajo. En los conventos se trabaja mucho y bien.
Tú puedes decir que si se trata de trabajo estás en buenas condiciones porque estás en actividad todo el día e incluso a veces estás sobrecargado de trabajo. Pero sólo con eso no estás en el camino de la Santidad de Todos los días, si no entiendes el arte de hacer del trabajo oración. Esto no quiere decir que estés siempre rezando. El Santo de todos los Días hace que el mismo trabajo se convierta en oración trabajando con Dios y para Dios. Puedes trabajar para Dios si rectificas tu intención regularmente, es decir, ofreces concientemente tu trabajo a Dios, por su gloria. De este modo, con la recta intención, todas tus acciones adquieren un valor meritorio. Se trata de trabajar con Dios, con la intención especial de hacerlo concientemente en su presencia, y de oír la voz de Dios en las cosas que nos rodean y contestar a esa voz con amor. La Santidad de Todos los Días es amor heroico practicado en los días de trabajo. Un Santo de Todos los Días es el que busca a Dios, lo halla y ama en todo, hasta en el trabajo. El trabajo es un manantial de felicidad. Lo es doble y triplemente si lo ejecutas con Dios y en Dios, en cuyo caso no será para ti, una actividad sin alma, ni aun cuando debas trabajar siempre en lo mismo; él es y será para ti trabajo sagrado; te hará tranquilo y resignado, no te hará perder el núcleo profundo de tu Yo y sobretodo seguirá guiándote hondamente al amor de Dios.

Dios en los hombres

Un arte que entiende muy bien el Santo de Todos los Días es convertir en oración su trato con los hombres, admirando en ellos las cualidades de Dios o rindiendo homenaje y adorando en el hombre en gracia al Dios Trino que mora en él. Debemos acostumbrar nuestra vista a ver más claramente los rastros de las cualidades divinas ocultas en el prójimo. A veces están escondidas debajo de muchas escorias y ripios, pero el Santo de Todos los Días hace como la abeja que sabe sacar lo mejor de todas las flores, aun de las más sencillas y más vistosas. Convierte en oración su trato con los hombres. Hablando con ellos, amándolos desinteresadamente, sirviéndolos, ve en los hombres al gran Dios que mora y reina en ellos. Esto da al Santo de Todos los Días un profundo respeto en el trato con los hombres. Algo de noble, delicado y sacerdotal se encuentra en todo su ser; aún teniendo que reprochar a alguno siempre mantiene su respeto y delicadeza. Así el Santo de Todos los Días es un apóstol sin saberlo. Pasa su vida tranquilo, con el corazón encendido y con las energías refrenadas y contenidas y su verdadero valor, generalmente sólo se llega a conocer después de su muerte.

Descansos creadores

Nuestro trabajo será fructífero sólo si se hace en Dios y por Dios. Tienes que hacer como un alpinista prudente. Anda un trecho, y luego descansa un ratito, pero no para perder tiempo, sino para poder caminar después con seguridad y energía. Así debemos hacer en el trabajo. Un descanso creador, por ejemplo, lo podrías practicar al oír el toque del Ángelus. No es necesario que descansen tus manos, lo importante es que descanse tu alma. Podrían ser también los ratitos entre el cambio de tus trabajos, o mientras regresas a casa. En esos momentos nuestra alma puede descansar en su nido. Si no lo hacemos así corremos el peligro de hacernos máquinas y esclavos del trabajo, y sobretodo, nuestro trabajo será más o menos infructuoso para el prójimo y para la eternidad. Esto incluso en los trabajos apostólicos. Según sea el trabajo profesional que practicas, podrías quitar talvez unos minutos a cada día para visitar a Jesús en el Tabernáculo o para practicar una corta lectura espiritual. Tal vez llegarás a rezar uno o más misterios del Santo Rosario, no es tiempo perdido.

Consagración de la noche

El Santo de Todos los días hace también la consagración de la noche, no te asustes si te cito algunos puntos que comprende su consagración de la noche, se llaman Examen de Conciencia y confesión espiritual, ejercicio de la buena muerte y saludo de la noche. Todo esto es más sencillo de lo que parece. La oración de la noche será el pedido infantil de protección durante la noche y el sencillo agradecimiento del hijo a su Padre del cielo que lo ha colmado de beneficios durante el día.
Cada noche el Santo de Todos los Días repasa todo el día notando lo que no hizo bien y lo que había de hacer mejor para ser enteramente agradable a Dios. Muchos tienen un horario, fijado por ellos mismos, examinan si lo han cumplido bien y talvez llevan nota por escrito. Entonces el Santo de Todos los Días empieza su confesión espiritual. Se transporta espiritual y conscientemente, como hijo cargado de culpas, a la presencia de su Padre grande y justo que está en el cielo, se postra a sus pies y se confiesa diciendo con humildad y arrepentimiento todas sus faltas, todos sus delitos grandes o pequeños, lo mismo que en el confesionario. Agrega a esta confesión un corto acto de arrepentimiento, por ejemplo:

Te amo, Señor, de todo corazón,
acepta mi sincera contrición
y mi pesar de haberte ofendido
yo que fui por tu sangre redimido

Como de mañana, el Santo de Todos los Días también de noche se consagra a la amada Madre de Dios rezando la pequeña oración de entrega: ¡Oh Señora mía…!
La noche, y sobretodo el acostarse, nos trae fácilmente el recuerdo de la muerte. Un día llegará, cuando decline nuestra vida en que se realice nuestro morir; entonces cerraremos los ojos para el descanso perpetuo, o personas buenas nos lo cerrarán suavemente. Creo que a veces al acostarte también tú piensas en la muerte. Ejercicio de buena muerte quiere decir solamente recordar conscientemente estos pensamientos, ejercitarse en morir, anticipar espiritualmente la muerte.

Otra vez, es posible

Hemos puesto un punto de mira muy alto, que nos señalaba claramente el camino a la Santidad de Todos los Días ¿No te pareció que la meta estaba demasiado elevada? No pensaste que te faltarían las fuerzas para alcanzarla. Al principio de esta lectura te dijiste alegre y lleno de esperanza ¡Sí, es posible! ¿Vuelves a decirlo otra vez? Todos conocemos la distancia entre querer y hacer, entre el ideal y la realidad. El día de hoy hacemos buenos propósitos y juramos casi nada en el mundo nos apartará de ellos, y mañana los echamos por tierra, sí, hoy quemamos lo que ayer hemos adorado. Esto no sólo nos acontece a ti y a mí sino que les sucede a todos los hombres. La meta de la Santidad de Todos los Días está sumamente elevada, nuestra inconstancia y debilidad son grandes, pero sin embargo yo sé un medio eficaz. Este medio se llama María.

Es la mano maternal de María la que te hará pasar seguro por encima de todos los abismos y escollos y la que no solamente te conducirá hasta el trono de la Santísima Trinidad, sino dentro de su corazón santísimo. El hacerse santo es posible. ¡Es posible realizarlo, yendo de la mano de la Madre celestial!
El que tiene a María como Madre, el que la ama filialmente, llegará al fin que le ha prefijado el eterno Dios, podrá extender sus manos hacia la Santidad de todos los Días y nunca perderá este alto ideal. Por eso otra vez: ¡Es posible!

Categoría: citas

Símbolos del Espíritu Santo

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Símbolos del Espíritu Santo

Dios escoge las imágenes con que gusta describirse, y nos deja a nosotros la alegre tarea de descubrir a todo lo largo de las escrituras santas los mil sentidos, las alusiones, los secretos, la descripción, que es un arte y un dogma a un tiempo, del ser divino del Espíritu y de su acción en nosotros.


El óleo:

"El aceite era producto de excepción en la agricultura esencial de los pueblos bíblicos. Mezclado con perfumes, adquiría el valor sagrado de ser portador de una bendición para los personajes y objetos que regían la ida religiosa y política del pueblo de Dios. El Espíritu es es unción que unge con óleo consagrado altares, templos, sacerdotes, y reyes para llenarlos de su presencia y separarlos para su servicio en la liturgia y gobierno.

El aceite penetra y pemanece, empapa y suaviza, se extiende por los poros más íntimos y se desliza hasta las rendijas más escondidas con paso callado. Si se echa agua sobre una piedra, se moja su superficie por un momento, pero un breve rato de sol basta para enjugar el remojón y devolver su sequedad a la piedra. El aceite es constante. Cala hondo y permanece. Permanece precisamente porque llega hondo. Esta cualidad primordial del aceite es la que describe y prefigura la acción del Espíritu. No es pasajero ni superficial. Entra hasta el fondo, empapa, unge. Allí queda su acción, aunque pase el tiempo y cambien las circunstancias. La unción del Espíritu atraviesa todo lo que es el hombre en cuerpo y alma, pensamiento y amor, historia e imaginación, y hace llegar hasta el centro de su personalidad el efecto innovador de su presencia y gracia."
(Carlos G. Vallés)

"El aceite derramado sobre un hombre, es un signo de elección. Es el ungido el llamado, el elegido y el consagrado. Asume una misión, una tarea, una responsabilidad. Su vida está marcada para siempre por Dios. Así sucede con los reyes de Israel. Eran ungidos como servidores de su pueblo.
Cristo quiere decir "ungido". Jesús es el Ungido por excelencia. El servidor de Dios, el profeta de la verdad, el único sacerdote, el Rey crucificado y vivo. Es el Espíritu el que unge a Jesús y el que lo consagra como Mesías. El óleo o aceite perfumado continúa en el uso de la Iglesia.

La Iglesia unge y marca con aceite a un bautizado porque entra a formar parte de un pueblo de reyes, sacerdotes y profetas. Unge y marca también a quien confirma su fe y lo señala en la frente como testigo diciendo sobre él: Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo. Los enfermos son ungidos y se ora sobre ellos. Y a los presbíteros y obispos la Iglesia los unge con aceite santo. Los altares donde se celebra la Cena son ungidos y consagrados con aceite perfumado. Y cada Jueves Santo en la liturgia el Obispo bendice el aceite que la Iglesia usará durante el año.

El ungido recibe el Espíritu para el testimonio, está marcado para siempre. Está sellado por el mismo Dios. Camina con el perfume de la fe. Los sacramentos que nos ungen no son finales de camino sino inicios de un hermoso recorrido. Nos hace testigos, discípulos, enviados, misioneros, ungidos. Estamos marcados con el sello del Espíritu, y por eso vivimos" (Miguel Ortega Riquelme)

1. Lc 7, 36-50; Juan 19, 38-42
2. Las cremas, ungüentos y perfumes tienen hoy una función semejante al aceite en la antigüedad. ¿Para qué sirven y qué características tienen?
3. Ser ungido es como tener un perfume especial. Es ser reconocido por el "buen olor" del testimonio. ¿Qué condiciones debe tener este testimonio?
4. Analiza por qué la unción es signo del Espíritu.
5. Prepara un signo en tu grupo que se asemeje a esta unción.

El agua.

"El último día de la fiesta, el más solemne, puesto de pie, Jesús gritó: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba el que crea en mí. Como dice la escritura: de su seno cborrerán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él." (Juan 11,37)
Era la fiesta judía de los Tabernáculos. Un pueblo que se había formado en el desierto conocía el valor del agua, daba gracias por la fuente que saltó de la roca al golpe de la vara de Moisés y rezaba para que la lluvia puntual fertilizara los campos un año más en bendición necesaria y esperada. En aquel cuadro popular, Jesús se puso en pié y gritó y habló de sed de otras aguas más esenciales y más íntimas, aguas que brotaban de sus propias entrañas. Y Juan, al hablar del agua que brotaba explica que Jesús hablaba del Espíritu. Agua de vida de la fuente del costado de Cristo. Dios era para el hebreo fuente de agua viva.

Apenas puede haber imagen más bella y significativa para el Espíritu que el agua viva, saltarina, clara, libre, alegre, don del cielo y de las montañas, poder arrollador y belleza serena, gozo de los campos y sonrisa de la naturaleza. No es extraño que los ríos sean sagrados en muchas civilizaciones y el mar hable de Dios a quien lo contempla en silencio. El Espíritu Santo limpia y santifica, arrastra y fecunda, es bautismo que purifica y poder que mueve. El bautismo es rito de agua que regenera y renueva en el Espíritu Santo. El agua es figura y vehículo del poder que llena el alma con el ímpetu de Dios.

Tenemos una cita diaria con el agua que cura nuestra piel y refresca nuestra garganta. Con fe y poesía, esos encuentros domésticos pueden convertirse en cita con el Espíritu que siempre mueve las aguas de la creación"
(Carlos G. Vallés)

"En el principio" el Espíritu fecundaba las aguas empollando la vida. La tierra caótica iba adquiriendo figura por la acción fecundante del espíritu. Donde hay caos, vacío, confusión y muerte, el Espíritu vivifica. La vida primera nace desde las aguas por obra del Espíritu Santo. Las torrenciales aguas del Diluvio sumergen el pecado de la humanidad. La humanidad revive y se re-crea. Las aguas del Mar Rojo se retiran y el mar se seca delante de ellos. El pueblo avanzó libremente y después de 40 años conquistó su independencia. El Egipto del pecado es destruído y sumergido. Y Ezequiel profeta anuncia la promesa de Dios "Derramaré sobre ustedes un agua pura.... pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo". La promesa de Dios es un Agua purificadora y un Espíritu renovador.

El agua es condición para la vida. El agua hace crecer y desarrollarse, refresca y purifica, es alegre y transparente. El agua acuna al hombre nueve meses. No podemos vivir sin ella. Renueva la tierra. Alimenta las plantas. Comunica la vida. El agua nos sostiene y nos limpia el alma.

En el Jordán Jesús baja a las aguas para sumergirse en ellas según el Bautismo de Juan. Entonces se abre el cielo y el Espíritu baja sobre El como paloma. Y desde ese día, todas las aguas de la tierra por El fueron santificadas y hechas transparentes. Y para Nicodemo, es muy clara la exigencia de Jesús :"Si no renaces por el agua y el Espíritu no puedes entrar al Reino de los cielos". Re-nacer, vivir purificado y con un corazón nuevo. Pasar del caos a la vida por obra del Espíritu.

El Espíritu es una fuerza nueva que transforma el corazón. Alienta a los hombres, los anima, los purifica, los hace crecer y les da vida." (Miguel Ortega Riquelme)

1. Génesis 1, 1-2; Génesis 7, 22-24; Ezequiel 36 25-28; Mateo 3, 13-17; Juan 3, 3-8
2. Experiencias ante la sed, el agua de cada día, los ríos o el mar.
¿Has estado en peligro de ahogarte? ¿Qué has sentido?
3. Enumera las principales cualidades del agua en la naturaleza y en la vida humana.
4. Enumera las razones por las que el agua es signo del Espíritu.
Brisa y aliento

Cuando se agitaban las aguas en la piscina de Betsaida, era señal de la presencia del Espíritu que sanaba; y cuando el viento movía las copas de los árboles, era señal para David de que el Señor iba delante de él para dar la victoria a su ejército. El viento es también señal del Espíritu. Es incluso un juego de palabras: tanto en griego como en hebreo, la misma palabra designa al viento y al espíritu.

Viento que sopla sin saber de dónde y que lleva no se sabe a qué. Inspiración secreta e impulso transparente. Frescura y movimiento. Oxígeno y vida. Brisa y tempestad. Brisa mañanera que acaricia la piel. Lejano e íntimo. Suave y arrollador. ¿Qué elemento representa mejor la libertad, la fuerza, la inmensidad, la cercanía, el misterio y la realidad del Espíritu en nuestras vidas? Con la metáfora del agua, la del viento es la que mejor describe sin describir la presencia y la acción del Espíritu de Dios en el mundo que él ha creado. Un viento impetuoso precedió a la experiencia de Pentecostés y mientras el viento llenaba toda la casa, el Espíritu llenaba el alma de los apóstoles allí reunidos.

Elías (1 Reyes 19, 9-13) no encontró a Dios en el huracán, ni en el temblor, ni en el fuego, sino en el susurro de una brisa suave. El Espíritu nos guía con delicadeza matinal. A veces ni caemos en la cuenta nosotros mismos de su presencia y de su influencia, tan callada como eficaz. ¿Quién nos da ese gozo súbito que no sabemos de dónde viene que llena de repente nuestro corazón con un anticipo anónimo de la dicha futura? ¿Quién hace brillar por un instante ante nuestra vista atónita la belleza de la creación y el sentido de la vida como si todo fuera evidente y claro y hermoso y profundo? ¿Quién despierta en nosotros la amistad y la confianza, quién revela la belleza de un rostro y la nobleza de un corazón, quién nos acerca a otros, nos abre sonrisas, nos hace sentirnos a gusto entre los demás? ¿Quién nos descubre el equilibrio de un paisaje, el secreto de un verso, el encanto de una melodía? ¿Quién desciende sobre nosotros en la oración con un calor íntimo, con un nuevo entender de un pasaje de la Biblia, con la seguridad irrefutable de la realidad eucarística? ¡Benditas brisas del Espíritu que sorprenden al alma y hacen ondular como campo de mieses las emociones de su eterna primavera!

También el viento nos habla del Espíritu. La fuerza y la majestad del cielo en tormenta son imagen del Espíritu que rige y domina, y también el huracán majestuosos esconde su presencia. Todo viento habla de mensaje, y brisas y vendavales se complementan para expresar todos los aspectos diversos de una realidad que nunca agotan. Jesús mismo sopló un día de gloria sobre sus discípulos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo" (Juan 20,22) Aliento y vida de su mismo pecho. Jesús se va, pero queda su aliento, y cada brisa mañanera, cada temporal encendido, cada suspiro de hombre, cada respiración rítmica nos recordará el divino contacto, el poder permanente, el amor jurado." (Carlos G. Vallés)

"Este soplo de Dios comunica la vida. Este viento suave nos hace respirar cada hora. El aire del espíritu hace respirar al hombre. El aliento de Dios nos sostiene la existencia. El Espíritu de Dios hace latir el corazón y abrir los ojos.

El viento tiene ambiente de libertad. El viento tiene rostro de aventura. El viento se alimenta de Alegría. El| Espíritu alienta la esperanza. El viento sopla fuerte o suave. Como tormenta o como brisa. Como gemido o como aliento.

Los cristianos necesitamos soltar amarras y correr riesgos. Como El quiera. Cuando El quiera. Por donde El quiera. Sin saber de dónde ni hacia dónde. Como llevó a Jesús al desierto y lo condujo. Al igual que ese aliento sobre el barro del primer hombre. el Viento de la libertad y de la vida. (Miguel Ortega Riquelme)

1. Gen 2,7; Ex 14, 21-22; Jn. 20,20-23; Hechos 2, 1-4
2. Experiencias o sensaciones ante el aire, la brisa, el viento, la respiración.
3. ¿Qué has sentido cuando te ha costado respirar o has notado que te falta el aire?
4. ¿Por qué el viento es signo del Espíritu?
Fuego

"Tras el agua y el viento, el fuego. Lenguas de fuego dibujarán el Espíritu en Pentecostés, y ya desde el Antiguo Testamento el fuego del cielo acompañaba las teofanías (manifestaciones) que acercaban a Dios a su pueblo. También el fuego, puede significar la aprobación de Dios en luz y calor, como también su ira en castigo y destrucción; pero, en cualquier caso, encarna siempre su cercanía y su presencia.

Fuego, agua y viento acompañan al Señor de los cielos cuando se acerca a la tierra a proteger a sus escogidos. La columna de nube que guía a Israel por el desierto se hace columna de fuego en la oscuridad de la noche. Esa es una de las funciones favoritas del Espíritu: protección y guía. Caminar paso a paso. Marcar los momentos en que hay que reposar y los momentos en que hay que avanzar. Así mismo el fuego, de origen celestial en el rayo y las centellas, y de poder irresistible más allá de la mano del hombre, señal, al consumir el sacrificio, de que Dios acepta y recibe el don del hombre y lo transforma en sí mismo. En ocasiones señaladas, el fuego desciende del cielo, para consumir el sacrificio visiblemente y señalar su aceptación.

"Holocausto" es palabra griega de sentido técnico en su origen y de aplicación fecunda en su imagen. Quiere decir "quemar del todo" sin dejar parte alguna sin consumir por el fuego. El símbolo del holocausto es bellamente válido en nuestros días. Todo para el Señor. Nada de tacañerías, regateos medias tintas. Generosidad y totalidad. Que el fuego haga su labor. Que arda en mi vida, con todo lo que soy, pienso y deseo, en homenaje pleno al Dios que me creó. No me quedo con nada, no reclamo recompensas, no negocio concesiones. Todo sobre el altar. Gesto de entrega total. Ofrenda digna de Dios, Señor absoluto de su creación. Y secreto de paz interior para quien así se entrega sin reservas, sin condiciones, sin excepción alguna en su consagración voluntaria a Dios. La entrega a medias es lo que nos hace sufrir con su insatisfacción, sus dudas, sus roces, sus idas y venidas, su falta de sinceridad, de firmeza, de estabilidad. Conozcamos el valor de darlo todo en la tranquilidad de no retener nada. La prueba de fuego. El mérito del holocausto.

El fuego prueba y purifica. En el crisol se separa el oro de la escoria. La vida fácil no revela lo que hay en el hombre, y mediocridades sin cuento andan por los caminos del mundo sin saber ellos mismos el precio de su vida y el valor de la virtud. Pero llega la adversidad y da la oportunidad de mostrar el temple y ejercer la paciencia. El sufrimiento acrisola la vida. Y ahí está precisamente el secreto de entender de alguna manera y encontrar fuerzas para hacer frente al dolor, dentro del misterio de vida y de fe que es sufrir y el respeto que inspira toda herida abierta en el corazón del hombre. El secreto es saber que ese sufrimiento que nos aqueja, es en último término fuego que viene de arriba y que, con dolor pero con esperanza, prueba y purifica el oro que llevamos dentro para engarzarlo un día en corona de eternidad. El amor que Dios nos tiene no admite rivales. La sinceridad del fuego como testigo de la unión sagrada. Fuego que arde en dos corazones al mismo tiempo. Fuego que quema y marca. Jesús dijo que había venido a traer fuego a la tierra y que estaba deseando que se encendiese. En este fuego está todo: purificación, decisión, sufrimiento, amor, entrega." (Carlos G. Vallés)

"Alrededor de una fogata se reúnen y cantan los amigos. El fuego calienta la casa, prepara la comida, funde los metales, e ilumina la oscuridad. El fuego hace dibujos en el aire, entretiene largas horas, juega alegremente, ríe y habla. El fuego invita a reunión, a intimidad, a confidencia, a diálogo y a fiesta. Es amistad compartida y tiempo de encuentro en la noche del hogar. Hay también fuego que quema y hiere. Hay fuegos de agresiones y armamentos y hay fuegos destructivos como bombas. Pero existe sobre todo el fuego intenso del amor. Es el fuego que arde en cada hombre que siente, que lucha, y que ama. Es un fuego permanente. Activo y en movimiento. Es el fuego que no cansa, que no reposa, que no se apaga. Es el amor. El fuego de la vida."

1. Ex. 3, 1-7; Lc. 12,49; Hech. 2, 3-4
2. Comparte tus experiencias del fuego. Positivas y negativas.
3. ¿Cuándo has podido decir como los discípulos, que tu "corazón ardía"
4. ¿Por qué el Espíritu es significado por el fuego? Busca varias razones.
Paloma

"A la palabra se añaden los símbolos. La imagen va a llegar a donde no llega la expresión hablada. El Espíritu escapa a la definición matemática, pero se presta encantado a la imaginación, a la poesía, a la metáfora, a la imagen. "Paloma" es, desde luego, un piropo. Sabios teólogos se las ven y se las desean para averiguar las razones especulativas que llevaron al Espíritu Santo a escoger la paloma como símbolo propio y acaban por darse por vencidos. No va por ahí la cosa. Es asunto de poesía, más que de teología, que tampoco están reñidas. La paloma se hace al instante ternura, sencillez, inocencia. Es fácil acercarse a ella, no se espanta, no se hace daño. Esos rasgos se aplican con fervor espontáneo al Espíritu Santo, y la imagen ayuda al contacto.

La paloma aparece al final del diluvio con el ramo de olivo en el pico como prueba que la tierra está lista otra vez.. Desde entonces la paloma es símbolo de la paz. La paz es el deseo más profundo del corazón humano, y desde ahora su don queda vinculado al Espíritu Santo, dador de paz y dueño de la tranquilidad.

El Espíritu es quien nos libera de todo cautiverio moral o ideológico, físico o mental. "Donde está el Espíritu de Dios está la libertad", dirá después San Pablo con experiencia propia y ajena. La paloma nos guía. Meditaré como la paloma, dijo Isaías o su traductores latinos. El arrullar de la paloma, sus largas calmas en el alféizar de la ventana o sobre una viga del techo evocan la pausa meditativa del alma en paz. Para meditar hace falta tranquilidad, la paloma es animal pacífico y por eso su imagen evoca la contemplación.

Las leyes del Levítico prescribían que los pobres que no tenían dinero para más, ofrecieran un par de palomas en sacrificio de purificación para la madre Así lo hizo María en su día. Ese rito convierte a la paloma en amiga de los pobres símbolo de pureza y victoria. El Espíritu Santo es Padre de los pobres y es esa sencillez, esa apertura para recibir, que caracteriza al pobre, lo que invita su presencia y prolonga su estancia. El pobre sufre hambre y el hambre materializa el deseo. Deseo elemental del pan y alimento, que significa el deseo transfigurado de Espíritu de Dios. La pobreza es el espacio vacío en el que encaja Dios.

La paloma es pureza por el blanco de su color y la sencillez de sus intenciones, y el Espíritu ama a los limpios de corazón, a los sinceros, a los claros. La vida moderna ha hecho al hombre volverse complicado, desconfiado, ya no se fía de nadie se ha perdido el sí y el no del evangelio y los hablares de los hombres son una maraña tejida a sabiendas para que nadie sepa que han querido decir y nadie quede atrapado en lo que dice. La sencillez es atributo del Espíritu y es bello recobrar la inocencia de las palabras entre la hipocresía de lenguaje.

Y una paloma más: en un viaje a Rusia visité cerca de Moscú el monasterio de Zagorsk en pleno culto del dia mariano de la Asunción de la Santísima Virgen. Allí sobre la pila bautismal vi suspendida del alto techo una paloma de plata en la que adivine la puertecita que podía abrirse en su cuerpo para llegar la interior. Esa paloma es para los cristianos ortodoxos el tabérnaculo en la que guardan la eucaristía por si hiciera falta para un enfermo en viático súbito. El Espíritu Santo entre dos sacramentos, eucaristía y bautismo. El Espíritu Santó formó en María el cuerpo sagrado de Dios entre los hombres y ahora la paloma guarda virginalmente en su pecho blanco ese cuerpo sagrado para su unión con el hombre cuando mas lo necesita al entregar su vida. Y debajo la fuente de las aguas otra vez el Espíritu aletea sobre aguas de creación y redención. La primera imagen de la creación recogida en el fe y el arte de la iglesia de hoy en tierra inesperada el Espíritu siempre presente." (Carlos G. Vallés)

"Cuando a Jesús lo cubren las aguas transparentes del Jordán para ser bautizado por Juan, cuando va a iniciar su misión y es ungido como profeta, entonces el cielo se abre en el silencio. Y una paloma se posa sobre la cabeza del Cristo. Y desde ese día Jesús, lleno del Espíritu, empieza a recorrer los campos y a ganarse el corazón del pueblo. Una paloma proclamó un tiempo nuevo.

La paloma tiene ternura, no hace ruido ni busca llamar la atención. Es paciente y sencilla. no busca divisines. La paloma es amiga del hombre. No causa violencia, no discute, no pelea. Es doméstica, cercana, humilde y mansa. Se mueve en el silencio. Llega como un arrullo. Viene sin bullas ni estridencias. La paloma no es el águila fuerte que alcanza las alturas ni el canario elegante que canta con vanidad. Es el amor, es la paz, es la humildad silenciosa.

1. Génesis 8, 8-12; Mateo 2, 13-17
2. Qué cualidades percibes en las palomas?
3. Analiza el texto del diluvio y ve qué símbolos del Espíritu encuentras ahí.
4. ¿Por qué el Espíritu es significado en una paloma.